Ciervo patagónico {un corazón de escarcha}

Has pensado alguna vez cómo es el confín del mundo?.
Hoy llegas a pasar la Navidad a la tierra que me vió nacer, Punta Arenas. Esta ciudad, capital de la región más austral del mundo, se ubica en el extremo sur de Chile, en la Patagonia misma. Es un lugar lejano, de coloridas casas, con casi inexistentes edificios y de arquitectura europea, regalo de los inmigrantes eslavos e ingleses que habitaron estas tierras.

Mi hermana y yo nacimos ahí, no así mis padres que eran "extranjeros" en esta zona, por lo tanto muy pocas navidades pasamos en Pta. Arenas. Se esperaba -si acaso- el término del año escolar y partíamos rumbo a la región de los lagos. El campo, los abuelos y un árbol natural cargado de chocolates y galletas nos esperaba. Sin embargo, supongo que las navidades eran iguales en ambas partes, creo que las tradiciones las va haciendo un poco uno mismo. El árbol que se adornaba en nuestra casa magallánica tocaba el techo, era tan grande que no cabía la punta que suele ponérsele. Era un árbol artificial, tal como se estilaba, inmenso y frondoso, muchas personas al verlo tenían que tocarlo para darse cuenta que no era natural, era realmente lindo y mi mamá cada año compraba un chiche nuevo para adornarlo, por lo tanto hay algunos que tienen más de 40 años. Mientras la moda dictaba para un año la navidad dorada, para otro en color rojo o plateado, nosotros seguíamos con nuestro potpurrí de adornos.

Ese árbol se encuentra guardado, ya no lo armamos, sin embargo los recuerdos siempre permanecen.

Invitada, nuevamente, por Noema, para formar parte de este Calendario de Adviento, he querido traer a la memoria mi maravillosa tierra, aquel lejano lugar en donde los cielos son profundamente limpios, donde los ñandúes vagan libremente por las extensas pampas, las ovejas son sencillamente incontables, donde el cementerio es una verdadera obra de arte, el viento imperante hace diversas figuras en los árboles y donde los amaneceres sobre el estrecho son totalmente mágicos.

Cielo magallánico

Ñandúes en la patagonia

Ovejas en la pampa

Cementerio de Punta Arenas

La huella del viento

Amanecer sobre el Estrecho de Magallanes

Imágenes cedidas por la fotógrafa magallánica Pilar Higuera.

La Patagonia chilena, posee una cocina tremendamente salvaje, donde predominan las carnes como, caiquén, ñandú, ciervo, cordero y como no, nuestra preciada centolla.

Ciervo patagónico con manzanas y calafate

(para 2 personas)

500 grs de ciervo cortado en trozos (adaptable para carne de avestruz)

2 manzanas ácidas, con piel

1 cebolla

Sal y pimienta

2 cucharadas de aceite de girasol

2,5 dl de jugo de manzana natural

1,8 dl de crema para salsas

2 cucharadas de calafate en compota (se reemplaza por compota de arándanos rojos)

Partir las manzanas y retirarles el corazón, se cortan en gajos, sin pelar.

Picar finamente la cebolla.

Condimentar la carne con sal y pimienta.

Calentar la mitad del aceite y dorar la carne, sellarla por todos lados, se deberá hacer a fuego vivo para que el proceso sea rápido. Retirárla de la olla y dejarla en una fuente, tapada con papel aluminio.

Colocar el resto del aceite en la misma olla y calentar, pochar la cebolla y añadir las manzanas, cocinar un poco. Incorporar la crema y cocinar por 5 minutos.

Añadir las dos cucharadas de arándanos rojos y la carne reservada junto a los jugos que habrá soltado.

Corregir de sal y pimienta y servir de inmediato, de preferencia en cuencos altos para que la carne se mantenga siempre cubierta por la salsa.

Soy una agradecida por haber nacido en la Patagonia, un corazón de escarcha.
Viva la RIMA! (República independiente de magallanes).